Somos parte de una tradición de ciclos: Ciclos lunares, ciclos solares, ciclos de festividades y lecturas anuales. Nuestras vidas están marcadas por diversos hitos judíos y cada generación cumple una función.
 
Nuevas generaciones parecen reclamar los orígenes terrenales del judaísmo que se han quedado en el camino a medida que las poblaciones judías han migrado, cambiado y urbanizado. 
 
En este escenario, nos resulta importante reconectarnos con la tierra a través de la agricultura, la espiritualidad y la educación al aire libre. 
 
Aceptemos la Torá no simplemente como un árbol simbólico de la vida, sino una tradición viva, tan adaptable a nuestro entorno cambiante como lo son los árboles al ecosistema. 
 
No olvidemos que la naturaleza a través de los árboles nos ofreció el primer paso hacia nuestra redención espiritual.
 
Nuestra tradición sobrevive porque cada año volvemos a la Torá para reconectar, reinterpretar y volver a visualizar lo que pueden ser nuestros judaísmos; Nuestras raíces en la Torá se mantienen fuertes a medida que nos ramificamos y aceptamos el cambio.
 
Recordemos que todos somos capaces de aprender la tradición tan profunda y extensamente como lo permitan nuestras propias habilidades e intereses y que nuestra tradición nos enseña que cada generación judía encarna la responsabilidad de cultivar los recursos para la siguiente.
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