Posiblemente han escuchado que las reglas del sacrificio Kosher procuran no infligir un sufrimiento al animal, o al menos un sufrimiento mayor, demostrando compasión.

Esto es cierto, pero no es lo único.

Nuestra tradición prohibe también la caza deportiva y sacrificar a un animal y su cría en el mismo día.

Pero esto todavía no es todo, porque la crueldad en general está prohibida. Y la parashá de esta semana nos lo recuerda.

Vemos a un Bilám que, frustrado por no entender a su asno, lo golpea.

El asno ve un ángel y detiene la marcha, no hay forma de hacer que siga andando, Bilám lo golpea, no una vez, sino varias veces.

En el relato, el asno se queja y le pregunta: «¿Qué te he hecho, para que me golpearas tres veces?» (Bamidbar 22:28)

¡Qué afortunado asno! ¡Pudo hablar y quejarse!

¿Pero qué pasa con todos los demás asnos y animales del mundo, que sufren sin poder quejarse ni reclamar, la crueldad y maldad de personas que no tienen un mínimo de respeto y compasión por las demás formas de vida?

Nosotros en cambio, como judíos, debemos ser compasivos.

Y quienes cambian su estilo de vida, a fin de no provocar daños y sufrimiento en los animales, hacen muy bien.

Por ejemplo, si la única forma de llevar calzado, requiere de utilizar la piel de un animal, la Torá parece no molestarse con ello. Sin embargo, la ley judía es clara: No recitamos “shehejeianu” sobre zapatos nuevos de cuero, en señal de compasión.

Mientras por cualquier prenda nueva que usemos, tenemos  el derecho y el deber de agradecer a D-s, esto no aplica para prendas nuevas de origen animal: la razón es que, para tener el privilegio de estrenarlos, un animal sufrió.

Hoy, en un mundo con más veganos que en épocas pasadas, con una conciencia mayor sobre el sufrimiento animal que en la época de nuestros sabios, hay judíos que, con piadosas motivaciones, incluso están buscando la forma de substituir, de manera Kosher, las tradicionales correas de cuero de sus tefilín.

Esto es una clara manifestación de la apertura del pueblo Judío hacia el progreso, es una evidencia de que nos atrevemos a dar un paso más hacia la construcción de una sociedad basada en la ética.

Bilám era un profeta extranjero, no tenía las costumbres ni la ética del pueblo de Israel. Sin embargo, aún en Israel hay quienes olvidan a veces estos asuntos.

En el Talmud, tratado de Bava Metzía leemos la siguiente historia: “Una vez, yendo por un camino, un carnero que era llevado al matadero, escapó y se escondió bajo las vestiduras de Rabí Yehuda, quien exclamó: ‘Vete, fuiste creado para esto’. 

Entonces una voz sentenció desde los cielos: ‘Ya que no tienes compasión de mis criaturas, tampoco la habrá para ti’. Y desde aquel día su cuerpo se cubrió de llagas.
 
Cierto día, su sirvienta estaba limpiando la casa y en un rincón encontró la cría de una comadreja. La mujer ya estaba dispuesta a barrer los hijuelos, cuando escuchó la voz de Rabí Yehuda que dijo: ‘Pobrecitos, déjalos estar’. Entonces se escuchó una voz de los cielos: ‘Tú tienes compasión de mis criaturas, por eso mereces tú mismo compasión’. Y desde aquel día se curó por completo.

La historia que acabamos de leer y el relato de la Torá que estamos estudiando esta semana, nos ayudan a recordar la importancia de respetar a los animales, de buscar y encontrar en nuestra tradición los consejos necesarios para vivir una verdadera cultura de compasión hacia ellos. Cada cual según los dictámenes de su propia conciencia, sin desatenderla y sin ignorar la sabiduría milenaria de nuestro pueblo.

Quien toma medidas para evitar dañar o maltratar a los animales, ya sea no usando indiscriminadamente productos de origen animal, o dejando de comer animales, hace muy bien.
 
Quien usa de sus recursos tales como el tiempo y dinero, en rescatar animales que sufren, hace muy bien.

Y en el hogar, aquel que cuida con amor de sus mascotas, también hace muy bien.

Otra manifestación del imperativo ético de respetar a los animales que nos impone la halajá, es que se prohíbe que el  dueño de un animal o mascota, se siente a comer sin antes haber alimentado primero a esa vida que depende ética y legalmente de él.

Así las cosas, es correcto señalar que, como judíos, vemos con buenos ojos la lucha por el respeto a los animales, vemos con buenos ojos a los que sacrifican sus propios deseos por respetar la vida e integridad de los animales y definitivamente, vemos con buenos ojos a los que son activistas comprometidos con estas causas.

Todos podemos contribuir a estas causas, de diversas maneras, las cuales van desde ser buenos cuidadores, hasta ser activistas por la dictación de leyes justas que protejan a los animales y castiguen a quienes los maltratan.

En relación al asno que habló, Rambam, apegado a la razón, descartó que se tratara de un diálogo real. 

Rambam lo explica como un «sueño profético» que tuvo Bilám.
O en palabras actuales, que el subconsciente mismo de Bilám le llamó la atención mientras dormía.

Nosotros también sabemos que los animales no hablan, pero sí  sabemos que sienten y nuestra conciencia también lo sabe. Por lo cual, no podemos esperar dormir con la conciencia tranquila si somos crueles con ellos.

Finalmente, la idea de que el asno hable en un sueño profético, también está relacionado con la idea de ser visionarios. ¿Qué pasaría si los animales hablaran? ¿Estarían contentos con el trato que reciben de los humanos? ¿Nos felicitarían y agradecerían, o reprocharían las formas en que interactuamos con ellos?

En la parashá anterior, la Torá nos advertía en forma solapada sobre el uso de la violencia en el episodio de la roca de la cual fluyó agua.

La fuerza física no puede reemplazar las palabras.

Ahora bien, el relato de Bilám y su asno es una especie de extensión de aquello, porque del ejemplo de los golpes a la roca, podíamos inferir que no se debe maltratar a las personas.
Y ahora, agregamos también a los animales.

Y obviamente, esto incluye el maltrato emocional en el caso de las personas, el impacto de las palabras duras y poco amistosas. 

Y así, debemos entender incorporadas en esta prohibición esas otras formas de maltrato hacia las otras formas de vida, como por ejemplo: negar su comida a un animal o castigarlo, sabiendo que no tienen nuestro nivel de conciencia y de consecuencia, no podemos esperar de ellos que actúen como nosotros, ni que entiendan razones.

La Torá y en general nuestra tradición, nos enseñan que todo tipo de maltrato está mal. Y nuestra cultura deplora todas las formas de maltrato por igual. 

Que en este Shabat podamos reflexionar sobre estos temas y que seamos capaces de ser amorosos y compasivos con nuestro entorno en general. 

Así construiremos Shalom, al desprendernos de los sentimientos crueles.

Que podamos imitar al Creador, bendito Sea, que «abre su mano y satisface las necesidades de todos los seres vivos.» (Salmo 145).

Shabat Shalom,
Shabat Shalom uMevoraj.
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