Al cierre de esta parashá – en el último pérek – resulta conmovedor leer a Moshé, convocando al pueblo en torno a la memoria. La conciencia de que tenemos una historia sagrada en común y que esta historia es digna de ser recordada y preservada.
Un principio clave de la teoría de la identidad narrativa es que los individuos llegan a comprenderse a sí mismos y a alinear sus objetivos y acciones de acuerdo con sus relatos de memoria e historias compartidas.
Un pueblo necesita preguntarse qué recordar y qué olvidar.
La identidad no está simplemente representada por las narrativas propias, sino que, en efecto, se construye a partir de ellas.
Para cualquier ser humano, ciertos elementos del pasado —histórico o mítico— se vuelven centrales y se transmiten (recuerdan) mientras que otros elementos se olvidan.
En determinadas circunstancias de la historia —crisis, catástrofe, milagro— los grupos humanos, ya sea deliberada o pasivamente, no logran transmitir lo que saben del pasado o retroceden para recuperar elementos olvidados con los que hay un sentido renovado de reconocimiento.
En el siglo II, los rabinos, en respuesta a la catástrofe, optaron por no transmitir la memoria de nuestra historia tal como se recitaba en la liturgia del Templo. Eligieron activamente recordar y olvidar.
Es fundamental definir las unidades narrativas que componen la identidad narrativa. ¿Cómo encontramos en la memoria las cosas que deseamos recordar? ¿Qué partes de nuestro pasado debemos recordar y qué partes debemos olvidar? ¿Qué parte de nuestra historia es digna de ser compartida?
Tal vez, la clave está en el pasuk que dice: “…corazón para percibir y ojos para ver y oídos para oír…”
Que tengamos la capacidad de seleccionar, interpretar e inmortalizar, lo que sea necesario seguir compartiendo, seguir recordando y manteniendo presente en esta milenaria narrativa.
Shabat Shalom,
Shabat Shalom umevoraj.
Un principio clave de la teoría de la identidad narrativa es que los individuos llegan a comprenderse a sí mismos y a alinear sus objetivos y acciones de acuerdo con sus relatos de memoria e historias compartidas.
Un pueblo necesita preguntarse qué recordar y qué olvidar.
La identidad no está simplemente representada por las narrativas propias, sino que, en efecto, se construye a partir de ellas.
Para cualquier ser humano, ciertos elementos del pasado —histórico o mítico— se vuelven centrales y se transmiten (recuerdan) mientras que otros elementos se olvidan.
En determinadas circunstancias de la historia —crisis, catástrofe, milagro— los grupos humanos, ya sea deliberada o pasivamente, no logran transmitir lo que saben del pasado o retroceden para recuperar elementos olvidados con los que hay un sentido renovado de reconocimiento.
En el siglo II, los rabinos, en respuesta a la catástrofe, optaron por no transmitir la memoria de nuestra historia tal como se recitaba en la liturgia del Templo. Eligieron activamente recordar y olvidar.
Es fundamental definir las unidades narrativas que componen la identidad narrativa. ¿Cómo encontramos en la memoria las cosas que deseamos recordar? ¿Qué partes de nuestro pasado debemos recordar y qué partes debemos olvidar? ¿Qué parte de nuestra historia es digna de ser compartida?
Tal vez, la clave está en el pasuk que dice: “…corazón para percibir y ojos para ver y oídos para oír…”
Que tengamos la capacidad de seleccionar, interpretar e inmortalizar, lo que sea necesario seguir compartiendo, seguir recordando y manteniendo presente en esta milenaria narrativa.
Shabat Shalom,
Shabat Shalom umevoraj.