(Deut. 26:1 – 29:8)

Moshé continúa discursando. Y mientras recapitula la intensa historia del pueblo de Israel, le señala al pueblo que, recién ahora, han sido provistos de “corazón para percibir y ojos para ver y oídos para oir”(29:3)

Moshé le dice a la joven generación que lo escucha, que todo lo que se había visto durante la liberación de Egipto o en el momento de la entrega de la Torá, entre otros tantos portentos y momentos importantes, era en realidad parte de un proyecto mayor, o un propósito mayor, en otras palabras, lo que podríamos llamar – en el lenguaje del texto – “un propósito divino”.

Ahora bien, esto en el pensamiento antiguo no es algo precisamente novedoso. Conocemos la historia de la fundación de Roma y lo fantasioso de la mitología Griega por ejemplo, y así, de hecho, prácticamente todas las culturas y civilizaciones ven su origen, sus victorias militares y festividades nacionales, como un milagro de origen divino, o como una muestra de favor de esa naturaleza.

Todos esos pueblos han pasado por el proceso de darle un significado y un sentido a las cosas que han vivido. 

Y sí, en el fondo, nuestra vida (nuestra realidad) depende de cómo la vemos y entendemos. Y nuestra historia, depende de cómo la contamos, interpretamos y le damos sentido.

La interpretación nos da libertad, puesto que nos enfocamos en fijar sentido, no limites. Y este es el desafío del Judaísmo en el siglo XXI: Construir un Judaísmo acorde a la época, con sentido.

Ki tavó el haaretz”, cuando entres en la tierra, cuando entres en el futuro. 

Todo el tiempo estamos entrando en el futuro, llevando con nosotros una buena cantidad de experiencias y aprendizajes, de consecuencia, todo el tiempo resulta adecuado tener la capacidad de interpretar lo que hemos vivido.

Se trata de abandonar la creencia en una aleatoriedad insufrible, arbitraria y la mayor de las veces insólita, para pasar ahora, no a pensar en una voluntad ajena a la nuestra y que decide por nosotros, sino definitivamente asumir que somos nosotros mismos los que podemos unir los pasajes de nuestra historia y construir algo significativo con ello.

Vernos “en proceso”, fijarnos metas, reconocer nuestros avances en cada situación, sentirnos felices por las cosas que hemos superado, cómo las vivencias fortalecen nuestro carácter y nos ayudan a pulir nuestras capacidades. En resumen, darle sentido a nuestra vida.

No tiene un sentido en sí misma, es deber de cada hombre y cada sociedad hacer este ejercicio, hacer estos balances y sacar conclusiones. Y este mes, el mes de Elul, cuando estamos a días de Iamim Noraim, parece un tiempo adecuado para darle un sentido a nuestra historia.

En la Parashá de esta semana, también leemos que se debían poner dos grandes Tablas de yeso, en las cuales se escribiera la Torá, ubicándolas justamente en la entrada para que todos los que pasaran pudieran conocer de sus enseñanzas. 
Todos… ¿esto incluye a la sociedad gentil?

Rashi, al señalar que estas dos tablas estaban “publicadas” en 70 idiomas, nos quiere decir que sí, que incluye a la sociedad gentil.

Es curioso que, frente a este tema, a veces uno se encuentra con oposición a que los gentiles estudien Torá, que aprendan sobre judaísmo, o que pidan orientación para temas como la conversión, entre otros.

Quienes afirman tales cosas y las reafirman con sus actos, han fijado limites, no sentido.

Quienes quieren publicar las dos tablas exclusivamente en Hebreo y quieren ubicarlas, no en la entrada, sino en algún lugar oculto, al interior, lejos de la vista de los “curiosos”, están construyendo un Judaísmo sin sentido, acaso anacrónico.

Por el contrario, construir comunidades abiertas e inclusivas, es realmente lo más cercano a nuestros valores como Judíos. De hecho, nuestros sabios interpretaron el sentido de la dispersión (diáspora) como un hecho que tenía por finalidad la expansión del conocimiento de la Torá a través del mundo.

Que en este Shabat, podamos entender que tenemos la capacidad de construir vidas personales y comunitarias con sentido. Y que seamos conscientes de la enorme responsabilidad que ello implica.

Nosotros tenemos el derecho y la responsabilidad de construir un Judaísmo abierto, inclusivo y con sentido.

Donando a las siguientes generaciones nuestras primicias, legando lo mejor de nuestros valores.

Shabat Shalom,
Shabat Shalom umerovaj.


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