En la parashá Terumá, se reciben las instrucciones para la construcción del Mishkán, siendo esta la primera vez en que todos somos convocados a participar en un proyecto comunitario. El pueblo judío responde al llamado de la contribución para nuestro Santuario con toda su disposición y generosidad.
 
Existen muchas formas de entender la historia del pueblo judío, una de ellas, es mediante la mitzvá de tzedaká, uno de los preceptos que hemos sido capaces de aceptar y reconocer como obligación frente a la comunidad.
 
Para Rabi Najman de Breslev, una persona justa debe magnificar las bendiciones de una comunidad, a través de sus actos de bondad humana. La Tzedaká nos entrega la capacidad de romper nuestras cáscaras, dicho de otra forma, nuestras fantasías, deseos y distracciones que se levantan y alinean cada vez que tenemos que subir de nivel, impidiéndonos atravesar las puertas de la santidad. 
 
Si todos dan, entonces nos beneficiamos de vivir en una sociedad donde se satisfacen las necesidades de todos y nadie está en necesidad. Y por todo lo que damos nos beneficiamos mucho más.
 
Esto es lo que distingue la ética económica judía, de la de otras culturas. Para nosotros no se trata de que nadie sea rico, sino de que nadie sea pobre. Y este es nuestro ideal para lo que llamamos “era mesiánica”.
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