Parashá Metzorá: «Los otros preparativos para Pésaj…»

Levítico 14:1 al 15:33
“Habló Adonai a Moshé y a Aarón diciendo: Cuando hayáis venido a la Tierra de Canaán – que Yo os doy a vosotros en posesión – dispondré plaga de lepra en alguna casa de la tierra de vuestra posesión.” (Levítico 14:33)
 
En la Parashá de esta semana, se nos habla de una especie de lepra (tzaraat) que aparecía en las paredes de la casa.
 
Jizkuni, una obra de exégesis del siglo XIII, explica que las leyes que aparecen en esta sección – en referencia a esta clase de lepra – son distintas a las que el pueblo siguió durante sus andares en el desierto. Allí también tenían leyes de lepra, pero para otro tipo de lepra.
 
Esta línea de exégesis entiende que las leyes que leemos esta semana no podían aplicarse otrora en las construcciones móviles o portátiles del pueblo en el desierto. Las leyes que leemos en metzorá implicaban la idea de asentamiento definitivo, la llegada a la tierra de promisión, un lugar donde se construirían casas y en definitiva, estas construcciones tendrían paredes sólidas en las cuales podría eventualmente hacer aparición esta especie de afección. 
 
Esta idea exegética nos plantea la necesidad de tener en vista y prepararse para los nuevos desafíos que nos podría presentar un cambio de estilo de vida, un cambio de estado, situación, etc.
 
Al respecto de este cambio de estado, hay otra idea interesante de exégesis que agrega el Rabino Shlomo Efraim ben Aaron, él dice que: “…la principal razón [de la aparición de tzaraat en las casas] es la mezquindad, como dijeron los sabios en Erajin 16a: “[Fue por causa del] que hizo la casa exclusivamente para sí mismo». La razón por la que Dios les dio una casa llena de todas las cosas buenas como herencia fue para probarlos: ¿darían de las posesiones de su casa a otros o no? Porque: «Mía es la plata, y el oro es mío», dice Dios»… Por lo tanto, dice: «Cuando entres en la tierra de Canaán que te daré en posesión». No es por el poder de su espada que heredarán la Tierra, sino más bien porque: «La diestra de Dios es exaltada»… [Entonces] No hay lugar para la mezquindad, puesto esto equivaldría a pensar que nuestra fuerza y el poder de nuestra mano nos ha dado riqueza …
 
Esto es muy interesante. Dado que esta línea de exégesis recoge la posibilidad de que una persona se vuelva mezquina, por ejemplo, en la medida que su situación económica mejora o sus condiciones de vida mejoran.
 
Nuestros antepasados estaban transformándose de nómades a sedentarios y en adelante, el sentido de la comunidad, de la interdependencia, podía perderse detrás de las murallas de las casas, donde cada cuál tenía la posibilidad de transformar esas paredes en algo que lo separara de los demás no sólo físicamente por una cosa de privacidad, sino también lo podía distanciar espiritual y emocionalmente de los demás.
 
Como nuestros comentaristas entienden que Dios es consciente de las debilidades del hombre y de sus tendencias, que no nos idealiza, sino que es consciente de nuestra realidad, nos invita a que nosotros también tomemos conciencia de aquello. ¿Tenemos la capacidad de prever los cambios y los desafíos que traen consigo? 
 
Por otra parte, esto reafirma la idea de que nuestra identidad espiritual, nuestros valores y nuestro compromiso ético, debe ser “a todo evento”, especialmente cuando tenemos más, cuando el cambio implica una mejora (en el más amplio de los sentidos), en cuyo caso nuestra responsabilidad aumenta junto a nuestro patrimonio económico, moral, espiritual, etc.
 
Adicionalmente, es menester señalar a modo de recordatorio que nuestros sabios antiguos también han  identificado a la idolatría como la causa de tzaarat.
 
En el lenguaje de nuestros sabios de bendita memoria, la idolatría es “avodat zará” (culto extranjero/extraño), el cual se nos presenta – inicialmente en la Torá – como las prácticas de los otros pueblos, dignas de rechazo. Cosas que para todos son permisibles, menos para el “goi kadosh” (Pueblo Santo).
 
Originalmente la regulación de este asunto en la Torá y las menciones duras que vierten sobre el tema los profetas (neviim), invitan al desprecio contra ciertas prácticas puntuales, como la adoración de objetos. Sin embargo, nuestros sabios han ido más allá, por ejemplo cuando nos dicen: “Por tres pecados … una persona … no tiene participación en el mundo venidero: idolatría, inmoralidad sexual y asesinato; y la mala lengua corresponde a todos ellos [juntos].” (Talmud Ierushalmi, Peáh 1:1)
 
Es decir, en el ideario de nuestros sabios de bendita memoria, la idolatría comprende una serie de otras prácticas que no son aptas para quienes han respondido al llamado a la santidad.
 
Y aquí hay una conexión muy interesante con estos días, en los que nos estamos preparando para la festividad de Pésaj.
 
Una idea muy interesante, de inspiración kabbalista, dice que en la palabra “Pésaj” (Y pasó por encima), nuestra tan querida fiesta de la libertad, encontramos un mensaje muy profundo al separarla en dos sílabas, lo cual nos da otro significado interesante: Pe – saj ( סח פה), que podría leerse como: “La boca que habla…”, invitándonos así a reflexionar sobre lo que decimos, tener conciencia de nuestras palabras y prevenir la “mala lengua” (lashón hará), que como leímos anteriormente, es una forma de idolatría, acaso la más grave de ellas en el ideario de nuestros sabios antiguos.
 
¿Cómo podríamos sentirnos auténticamente libres, si somos esclavos de nuestras palabras?
 
En cualquier caso, la lepra de la casa era una señal que podía resultar en bendición para sus moradores. Hay un comentario sobre esto en Daat Zkenim, un compendio de comentarios de los siglos XII y XIII, en el cual se nos dice que Dios enviaba esta señal a la casa, en lugar del vestuario y cuerpo de la persona transgresora, transformando la señal de castigo en una señal de misericordia, una invitación a mejorar.
 
En Or Hajaim se agrega una idea similar, cuando el autor dice que: “… los cananeos, al oír que los israelitas se acercaban, escondieron sus objetos de valor dentro de las paredes de sus casas. Cuando las paredes mostraban signos de «lepra», el propietario judío investigaba y descubría el tesoro escondido.”
 
Esta es una linda forma de decirnos que, cuando somos capaces de identificar las señales de que algo anda mal en nuestras casas o en nuestras vidas, tenemos una gran oportunidad de reflexionar, buscar e investigar las causas de lo que no está marchando bien. Encontrando soluciones, verdaderas perlas de sabiduría, que nos permitirán adoptar buenas decisiones para nuestro crecimiento ético, moral y espiritual, tanto personal como familiar y comunitario.
 
Finalmente, cuando una persona identificaba la aparición de esta lepra en su hogar, recurría al cohen y le decía: «Algo como una plaga me apareció en la casa…” (35).
 
Este versículo me resulta conmovedor. Nos muestra a una persona que entiende que algo no anda bien, no sabe precisamente qué, pero recurre a alguien de mayor experiencia y consulta.
 
Así deberíamos hacer nosotros, cuando las señales en nuestra vida o en nuestras familias y comunidades se tornan preocupantes. Ir a ese terapeuta, buscar asistencia espiritual, buscar consejo, atrevernos a dejarnos ayudar y orientar.
 
Como hemos visto, son varios los mensajes que nos deja esta parashá para nuestra vida actual, especialmente en los días previos a Pésaj y en este Shabat Hagadol:
 
1.    Los cambios nos traen nuevos desafíos. Debemos prever situaciones y prepararnos.
 
2.    El desarrollo económico y nuestro crecimiento patrimonial, deben ser proporcionales a nuestro crecimiento ético, moral y espiritual. Y este es un desafío para todas las personas de bien, porque independientemente de las creencias de cada cual, todos deberíamos concordar en esto, tal como lo expresan las  palabras del teólogo musulmán Fethullah Gülen: “La pobreza no es solamente la carencia de dinero, pues puede asumir la forma de una falta de conocimiento, pensamiento y talento. En este aspecto, la gente adinerada que carece de conocimiento, pensamiento y talento, se puede considerar pobre.Ojo con ser rico de bolsillo y pobre de alma.
 
3.    Tenemos que estar atentos a las señales que nos advierten de que algo no anda bien en nuestra vida personal, familiar o comunitaria y saber pedir ayuda. No es nada mágico: Las “paredes con tzaarat” podrían verse como palabras duras o discusiones frecuentes en malos términos, por sólo dar un ejemplo. Leyendo estas señales a tiempo y buscando ayuda, apoyo y/o consejo, estaremos previniendo males mayores.
 
4.    Cada vez que identificamos que algo anda mal, tenemos una oportunidad para encontrar tesoros de sabiduría, a través del ejercicio de nuestra capacidad reflexiva.
 
5.    Debemos cuidarnos de hablar mal de los demás, responsabilizándonos de nuestras aseveraciones. Las palabras malintencionadas, las mentiras, el chisme y la maledicencia, vician nuestras relaciones, afectan nuestra forma de relacionarnos con los demás, son lo opuesto a la construcción de relaciones interpersonales sanas y santas, son lo opuesto a la verdadera libertad.
 
 
Que en estos días de preparativos, tengamos la capacidad de hacer estos ejercicios de “limpieza interior” en paralelo a nuestra limpieza de jámetz, sabiendo que la primera es igual o incluso más importante que la segunda.

 
Shabat Shalom,
Jag Pésaj Sameaj.